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lunes, septiembre 22, 2014

Reflexiones del meridiano de mi vida - Arturo Neimanis.


Reflexiones del meridiano de mi vida.
por: Arturo Neimanis.

Mi nave se aproxima a la Isla de Los Sesenta. Ya me es posible adivinar sus contornos entre la bruma de estos renacientes cincuenta. Bordeada por un arrecife hecho de prótesis dentales amuralladas con seniles achaques de premonitoria vejez. Mi barco cruje y se bambolea navegando con rumbo firme al muelle de la lumbalgía, allende a una hipocondríaca ensenada de paz. Asiendo el timón con cautela, para no despertar las protestas, de mis cada día más quejosos huesos.

Navegar a través del inmenso archipiélago de la vida ha sido grato y maravilloso. No tengo ningún apuro por llegar, no apresuro el viaje. Mejor así, que dure muchos años más. Así ha sido. Puedo decir con placer, incluso con alegría, que he arribado a puertos que nunca imagine ver. Me he detenido en los mercados más exóticos y he podido comprar los más finos perfumes que hombre alguno haya alcanzado a oler. No me es posible pedir más. La clave de mi felicidad es que nunca he deseado lo que no me fue dado tener.

Hace ya poco más cinco años que navego por este mar de los cincuenta. Lo he encontrado tranquilo, impulsado por una suave y persistente brisa. La travesía ha sido fructífera y amable. El paisaje ha sido hermoso y los vientos de estas latitudes me han ayudado a pensar con más claridad (o, al menos, así lo creo). Ahora poseo más empatía, tal vez sea que aprecio más los pequeños detalles, hasta han llegado a gustarme algunas personas casi tanto como algunos perros que recuerdo.

Mi barco transporta pasajeros, invitados o no, con quienes he desarrollado una simple y sencilla relación. He dicho adiós a triviales posturas que ahora reemplazo con firmes convicciones. En este mar de los cincuenta he contactado viajeros inesperados, que me han ayudado de una manera generosa y desinteresada pues saben que no tengo nada que ofrecer a cambio.

A veces, ya no con tanta frecuencia, recuerdo islotes de mi niñez en el camino a la llanura de la adolescencia, cuando las miradas eran de por si, besos sin destino que conducirían a las imponentes cordilleras de los Veinte, las exóticas montañas de los Treinta, los inolvidables extravíos por entre los caminos que descienden a los valles de los cuarenta.

En cada región disfruté de encantos y satisfacciones. Me alegra haberme despojado de los temores que ocasionalmente me abrumaron en aquellos parajes. Eran temores a decepcionar, a fracasar, a ver mi viaje truncado. Pasé años preocupándome por cosas que realmente nunca sucedieron. En retrospectiva, aún lo malo que me ocurrió tuvo consecuencias que luego serían beneficiosas para el resto de mi travesía.

Los temores ya no existen, tampoco la nostalgia. Veo hacia adelante, y aunque en el paralelo mundo de los sueños, me encuentro con frecuencia con mis padres y amigos idos y con aquellos que la distancia me declara como ausentes, adelante, mi cielo esta pleno con el azul de la esperanza. Ya no pido junto a Mafalda que detengan el mundo para poder bajarme, ahora creo en lo que decía Browning y que Sinatra cantaría mucho después: “The best is yet to come”…

¿Y que es lo mejor? Aunque ya no podrá ser un viaje a las estrellas o ver mi país libre de déspotas y de miseria, ahora, es hermoso sentarme, frente a un bello atardecer, pensando en mi compañera de toda la vida, con una copa en la mano, felices de tan sólo ser y estar.

El viaje es hermoso. En el mar, flotan trozos de maderas finas, extractos de recuerdos cual flores de diversos colores y alguna que otra pastilla de analgésico que anuncia la cercanía de la Isla, mi isla, puerto de atraque para los venideros sesenta.

Si tuviera que resumir esta etapa de mi vida, tendría que escribir demasiadas cuartillas, hablar de mi pareja, la familia, mis descendientes, mis padres, los amigos, los no tan amigos, en fin, tendría que rememorar tantas cosas que ni yo mismo aguantaría su lectura, por eso, para resumir, prestando las palabras de Neruda, tal vez deba confesar que he vivido y que realmente he disfrutado haciéndolo y que no tengo intenciones de dejar de hacerlo, al menos no en lo que me falta y que promete ser aún más interesante.

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